Un grupo de amigas se reúne y decide que el tema a tratar será…….hombres. Experiencias, consejos, posturas, tamaños, insatisfacciones, preocupaciones. Un poco de todo.
Hasta ahí todo bien, risas, complicidades y compartir.
¿Cómo es que esa divertida conversación pasa a la preocupación, continúa con la culpabilidad en la satisfacción o insatisfacción  sexual?; ¿Cómo es que se deslizan algunas declaraciones del tipo: «la energía de la sexualidad en la pareja la sostiene la mujer» o «lo importante no es pasarlo bien en el acto sexual sino estar conectada con el profundo ser femenino» o «pensar que para siempre estaré con el mismo hombre» o «lo importante es siempre estar en clases de danza, en particular danza arabe» y otros del tipo.

Se dieron todo tipo de consejos para aumentar el deseo sexual, para recuperar el interés de los primeros años, se sorprendieron con aquellas que aseguraron tener relaciones  3 ó 4 veces por semana como mínimo y con aquellas que aseguraron que con una por semana había que darse por agradecida. Los tips fueron algunos prácticos y otros muy elevados. En fin, se despidieron felices de haber podido tener esa conversación sin hombres (¿sin hombres?).
Al día siguiente una de ellas envío el siguiente mail a sus amigas:
Asunto: ¿Dónde se me perdió el deseo?
Chiquillas, anoche me fui feliz a mi casa. Como Juan iba a llegar después que yo, me fui planeando como lo iba a esperar y soñando con el encuentro que tendríamos.
Se me ocurrió que lo iba esperar desnuda en la cama para sorprenderlo, sólo con unas gotitas de perfume y una sensual música de fondo. Perfecto!!
Cuando llegué a mi casa me acordé que tenía que mandar un mail, lo hice rápidamente desde el teléfono antes de entrar, al abrir la puerta me encontré con la persona que estaba cuidando los niños con quien sostuve una breve charla doméstica; luego fui a la cocina y como tenía hambre engullí algo así parada frente al refrigerador y aproveché de revisar que cosas faltaban. Luego, fui a la pieza de los niños y les dí un besito a cada uno, les saqué los peluches de encima y me prometí estar más con ellos al día siguiente.
Colgué mi abrigo y me fui al baño: me tomé unas vitaminas para el pelo, y procedí a sacarme la pintura con la crema del pote uno, pasarme una loción con la del pote dos, y echarme otra cosa del pote tres.
A esa altura tenía el pelo agarrado en un moño tipo plumero, la cara pálida y ya estaba sintiendo algo de frío por lo que decidí cambiar el plan inicial de desnudo absoluto a pijama sexi.
Fui hasta el cajón y descubrí que el pijama sexi que tengo sólo sirve en pleno verano. Entonces recordé que una de mis amigas había dicho que una polera y un buzo viejos también son muy eróticos.
Entonces vino el peor de los descubrimientos: !eso ya no es cierto!  el mismo pijama viejo que a los 20 se veía como sexi-vintage, ahora a los 40 se ve sólo como lo que es: pijama viejo.
Juan aún no llegaba pero yo ya había olvidado el plan inicial así es que me metí a la cama con el pijama viejo más otra polera encima y leí el diario hasta que me dio sueño.
Bueno amigas, no sé como les fue a ustedes, a mí como han visto se me perdió el deseo entre la dueña de casa, la mamá, el pijama y las noticias sobre las demandas educacionales en nuestro país, cuestión mucho más importante, por cierto.

Nos juntamos el próximo mes sin falta, no sé que haría sin ustedes,
Coté.

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Está lleno de revistas y libros que planteán soluciones para situaciones como éstas en los matrimonios. Datos de como mantener la relación de pareja «erotizada» y el interés sexual «activo». Generalmente son buenos consejos y más de alguna vez ayudan en el ámbito conductual. Sin embargo, no suelen solucionar el problema de fondo sino que se convierten en algo así como «accesos rápidos» en el escritorio del computador a un archivo que se encuentra escondido quien sabe donde en el disco duro.

Siguiendo esa metáfora computacional, podríamos pensar que el deseo es algo así como el acceso al placer. Al iniciar una relación de pareja, lo que nos mueve es el placer que sentimos con esa persona: al verlo, escucharle, acariciarlo, pensarlo. El placer que produce en nosotros la sensación de estar profundamente conectado con alguien. Y las características manifiestas en el rol de ser pareja se hacen preponderantes,  ser un sujeto sexuado, deseado,  dar y recibir placer. Rol que se amplia a otras relaciones también. Por eso los enamorados pueden estar felices en su trabajo, más pacientes con los amigos y más amables en la calle. El placer, el optimismo se traspasa a otros roles en nuestras vidas.

En esos momentos, la distancia entre el placer y el deseo es mínima -«están en la misma carpeta del PC»- Con el tiempo, vamos llenando de otros archivos y carpetas el computador de nuestras vidas y nos vamos enriqueciendo con otros roles: madre, duena de casa, mujer trabajadora, tantos que empezamos a cumplirlos ya no desde el disfrute, sino desde el agobio, el apremio, el agotamiento.. Y esas cualidades tiñen los otros aspectos de nuestras vidas. Entonces la pareja se vive como otra tarea más y el buscar el deseo perdido, se anota en la misma lista de cosas pendientes junto con llamar al gasfiter, coser el botón del delantal del hijo, depilarse, etc. etc. Y al igual que muchos otros pendientes, se dejan para más tarde aquellos consejos de los libros y las revistas.

No pienso dar ninguna receta en este pequeño comentario, sólo dejo el mail de mi amiga para reflexionar.

GENERANDO REDES Y VÍNCULOS
Encuentros Costa Rica/México  Octubre – Noviembre 2011

Un largo viaje donde, día a día, yo fui aprendiendo de todos y todas. Me fui sintiendo parte de las diferencias que nos hacen semejantes. Fui riéndome de mis modismos de chilena y disfrutando de la erres de los ticos, sus mae constantes y de los padre, guey y cabronadas de los mexicanos. Si po, vengo de Chile y al hacer el mapa de nuestra América quedo siempre ubicada por allá al final o al principio, mirando desde lejos. Hasta que hacer amigos en otros países y escucharlos en talleres y encuentros sociales, mirar las calles y ver los cuerpos moviéndose por las ciudades me permiten acercarme un poco más. (Que impresionante masa de gente bajaba las escaleras del metro en DF).
Las diferencias, la intolerancia, el individualismo y la necesidad de inclusión. El respeto y la conexión con la naturaleza, con nuestros barrios y con las personas. Esos fueron los temas en ambos países y de todos los grupos. La
inmigrancia, la necesidad de ser aceptados y el no lograrlo. La violencia que nos rodea de los modos más sutiles a los más estruendosos, el miedo. «Quiero cambiar de nombre»: elegir quien quiero ser. hacer y ser lo que quiero; sin embargo, cada vez parece que lo instituido lo impide. Escuché de reglamentos, instituciones y leyes que limitan nuestra libertad y de recursos de amparo (varias veces en distintos momentos en ambos países) para defendernos.
«Ya no quiero que me encasillen como la bailarina tonta y bulímica»; «Soy psicólogo, pero no tengo nada claro, lo que tengo es miedo de no encontrar trabajo». «Estoy cansado de los prejuicios». «Tengo envidia de como expresas con tu cuerpo y quisiera que compartiéramos lo que cada uno es». «Tomá un mate y animate» (¿qué hay más comunitario que un mate?). «Juntos logramos más y estamos protegidos» pero a veces también queremos salirnos de la fila del combatiente. «Siempre fui el distinto». Integrar opuestos, amigarse con recursos y debilidades. Ya no quiero ser súper heroína. Confiar y desconfiar. Muchas ganas de construir.
El sonido de la selva en Puerto Viejo, cerca de San José, lo volvimos a escuchar en una sala de clases en la UNA, fuimos animales y luego una tribu en busca de agua que se disgrega por el poder y el individualismo.
El orgullo de los habitantes por aspectos de su cultura; la maravilla de la naturaleza en Costa Rica y el cariño por su música. Las constantes muestras culturales en México: toda una ciudad y un país unidos por la fiesta de los muertos, por sus alebrijes y su comida.
Hacer visible aquello que de tan cotidiano se torna impensable, hacer visible lo que queremos construir y despertar la libertad que tenemos para lograrlo. Hacer visibles las redes existentes y construir otras nuevas.
En los murales de Diego Rivera en la «prepa 1» (una de las expresiones artísticas más hermosas que haya visto), él deja un legado cultural donde cada momento de la vida mexicana está r e t r a t a d o .
Cada pedacito de nuestra vida es una obra de arte, es parte de la creación de la historia propia y de nuestras ciudades y países.
En uno de los murales sale un juego típico de México y ese juego es una metáfora de la creación de redes y el enmarañado
social en que vivimos. Ese juego también es el que Mario propuso en el taller que dimos juntos en la EMPS, donde imaginariamente construimos una red de hilos invisibles que nos unen.
Como facilitadora de procesos grupales sólo quisiera siempre estar dispuesta a escuchar y a resonar. Con todos los sentidos atender a lo que el grupo necesita, respetar tiempos, aceptar las lágrimas, las risas y los silencios, aceptar diferencias y proponer un modo distinto de expresarnos, que amplía la palabra, que devuelve a la creatividad el valor expresivo, que recuerda que
el arte crea nuevas realidades posibles.
Moreno nos brindó un camino posible, un camino para reivindicar al hombre y la mujer creadores; la espontaneidad para construirse; el encuentro para recordar que no estamos solos y que nos necesitamos. Todo el desarrollo cultural de nuestros pueblos: mitos, tradiciones, expresiones de teatro y arte popular, máscaras ceremoniales, hombres y mujeres de trabajo, hombres y mujeres de pensamiento, etc. etc. amplían las posibilidades metodológicas con que contamos, los textos y los contextos en que nos movemos. Métodos que favorecen que personas, grupos y comunidades se vuelvan a ver, que se haga visible lo que aparentemente no existe, que nuestro cuerpo individual y político se torne dispuesto y poroso.
A cada uno y cada una les agradezco por los momentos regalados, por invitarme a conocer un poco de sus culturas y sus vidas. Por mostrarme sus «extrañas comidas», responder mis preguntas, jugar mis juegos y dejarme l l e n a d e interrogantes y motivación para continuar en la acción y reflexión. Acción para el contacto, reflexión para comprender y dar sentidos a los que hago.
Me regreso con ingredientes (un frasco de mole, un poco de chile chipotle), con colores (morfos, verdes profundos, los cuadros de Frida, los alebrijes en el zócalo), con recetas de comida, poemas de Cortázar, murales de Diego Rivera, frutas impensables, cariño, largos abrazos, muchas historias. Y con la ilusión de que hayan quedado algunas hebras para redes que se podrán tejer, para redes que se podrán ampliar.
Al comenzar el viaje crucé el espejo para entrar a un mundo supuestamente imaginario, como Alicia, como cada participante en los talleres de máscaras.
El último viernes, lo crucé a la inversa, fui la última en hacerlo y me di cuenta de que se acercaba el fin del viaje y el comienzo de otro.
Desde Chile,
Rosanna
Noviembre 2011

 

Vuelo Copa 437, Panama-Santiago.

Lunes 23 de mayo. 17:50 – 4:20.

Abrazos, sonrisas, miradas, encuentro y reencuentro; Palabras, lágrimas, más abrazos, conversaciones al pasar y profundas reflexiones compartidas; Brazos al aire, telas de colores que fueron banderas impensadas. Y también, desencuentros, intolerancias, sonrisas falsas, abrazos no sentidos, desacuerdos, poder, frases que no se dicen, miradas que se escabullen.

Así fue este VIII congreso de psicodrama en una Cuba tantas veces pensada y soñada por muchos, instalada como un baluarte de la libertad, como el lugar donde las personas pueden ser iguales y compartir luchas y privilegios.  En esta Cuba también hay incongruencias, temores y anhelos no conseguidos. Los cubanos están viviendo un proceso fuertísimo, un terremoto donde las estructuras, los valores, las seguridades se ven trastocados con la vejez (el abandono) de un padre exigente que con grandes abrazos y largas palabras sostuvo la protección de una ideología imprescindible y y permitió que se desarrollara todo aquello que es tan valioso en el pueblo cubano: la solidaridad, la horizontalidad, el compartir constante, el disfrutar los momentos, decir lo que se piensa, caminar por la calle mirando a los ojos de los otros,  con el pecho abierto y la frente altiva, bamboleando las caderas las mujeres, coqueteando descaradamente los hombres. Con la seducción a flor de piel.

Un poco al color caribeño y mucho a la revolución hay que agradecer por este pueblo.

Hoy caminando por La Habana Vieja vimos con Mario un mural en que junto a aquellas frase: “pensar duele” mostraba una silueta en franjas negras de un mulato con arete en la oreja izquierda.

Pensé que ese mulato joven, en esa irónica y lúcida expresión creativa, viene a representar  las ideas nuevas, los desafíos de las nuevas generaciones, lo sentí como una invitación a seguir pensando.

Y desde esa imagen me regreso al Congreso de Psicodrama y a todos quienes de distintos modos estamos queriendo sostener y hacer crecer esta forma de mirar las relaciones humanas.

La rebeldía es la madre de la revolución dicen y me parece que el rojo de esos flamboyanes maravillosos  de las calles de Alamar me dieron el permiso para atreverme a escribir estas líneas.

Rebeldía frente a esas murallas que impiden que los niños se trepen a los árboles, como en El Gigante Egoísta de O. Wilde y como en la escena de Ellen una preciosa chica de Costa Rica que nos regaló su imagen en el taller “Reconstruyendo mi pueblo interno” que coordiné.

Rebeldía frente a las espinosas relaciones que crecen al interior de nuestro movimiento de psicodrama y teatro espontáneo. .

Por supuesto hay también ejemplos de relaciones luminosas, tolerantes y creativas.

Pero también hay muchos ejemplos de rigidez, luchas, egos que enceguecen, instituciones tras las que las personas desaparecen. En fin, murallas de intolerancia y conservas culturales.

Creo que es nuestra responsabilidad no permitir que esto suceda. “En casa del herrero cuchillo de palo” decimos en Chile, no lo permitamos pues sólo nos hará perder el sentido de esto que hacemos y quedarnos en un hacer vacío y técnico. Ser psicodramatista tiene que ser mucho más que hacer psicodrama. De utopías está hecho el camino.

En más de alguno de nuestros países las personas que han sido los maestros de muchos, hoy extrañas luchas y divisiones. Siendo ellos y ellas nuestros modelos no podemos creer que éstos no se repetirán en las siguientes generaciones de psicodramatistas y teatristas. De hecho, ya sucede.

Quisiera que volvamos a reconocernos; que se aumenten las instancias de diálogo; que podamos compartir en el sentido moreniano, ser abiertos en la escucha y claros en el decir en esta comunidad que somos y que comparte territorio cada dos años.

Tenemos memoria y semillas

Raíces y alas

Esta es un invitación a todos y todas y también una invitación para mí, a abrir los ojos, los brazos y los corazones en este camino que hacemos al andar

 Desde el aire y en el aire.

Rosanna

31 de octubre de 2010

Este fin de semana se realizó en talca el 3er Foro Nacional de Teatro Espontáneo. Fue un encuentro de muchs personas vinculadas de distintos modos a este quehacer, algunos con mucha trayectoria otros recién comenzándo. Los énfasis y las búsquedas también son distintos, como también los modos de participación. Lo que si compartimos todos y todas es el disfrute del encuentro y de la expresión de los que somos y lo que sentimos, en un formato que nos va exigiendo conectarse con el momento y visibilizar los que somos y lo que no somos. Al menos esa es mi búsqueda a través del Teatro espontáneo como recursos metodológico para el trabajo en grupos y como modo de pensar la vida.

En una de las instancias dentro del Foro, hubo un taller en que participe interesada por el tema que resultó bastante motivador. Sin embargo, el principal aprendizaje provino de una mujer con quien me tocó conversar en un momento. Ella me contó la siguiente historia:

Había una vez dos hermanas gemelas que caminaban y jugaban en un bosque. De pronto, se ponen a correr por el bosque, pues deben llevar a un animalito a morir a orillas del río. Es un camino difícil, hay piedras, es lejos, talvez hasta tengan un poco de miedo, sin embargo se sienten guíadas por lo que llamó: Un deber luminoso.

Y entonces me quedé pensando en todos los deberes diarios que tengo y que se me van oscureciendo, voy olvidando la libertad con que elijo hacerlos; voy olvidando que son deberes amorosos y, por lo tanto, pueden ser creativos, espontáneos, flexibles. Deberes luminosos.

Mario Benedetti lo dice así:

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría

Luego del terremoto y maremoto en nuestro país, muchas cosas se han destruído y otras muchas han cambiado.

Los chilenos hemos tenido  más o menos pérdidas directas, pero para todos el miedo, el desconsuelo y el dolor se hicieron presentes, también el desagrado ante las escenas vandálicas, la rabia por las decisiones incorrectas, la pena por quienes lo perdieron todo, el deseo de ayudar a otros.

En este tiempo he tenido la suerte de poder ir, en nombre del Colegio de Psicólogos de Chile y la SOCHPED a acompañar a algunos afectados directamente con la pérdida de sus casas en un lugar llamado Villa Prat, un poco al sur de Curicó, un pueblo pequeño que debe haber sido hermoso, con casas antiguas de adobe, las típicas que llamamos de estilo chileno, de las que había muchas en nuestro sur y de las que quedan muy pocas.

En este poblado se cayeron 1200 de alrededor de 1800 casas, hay muchísimas familias sin techo, niños sin escuela, personas que ya no logran ubicarse en la calles al perder puntos de referencia, cementerio en condiciones terroríficas, mujeres que lloran al ver la iglesia en la que se casaron destruída o que observan silenciosas como una retroexcavadora les demuele lo poco que quedó en pie. Ancianas que sufren porque aquella casa se las había hecho «su viejito» y algunas hijas que se angustian por no poder ir al cementerio a visitar la tumba de algún ser querido, como han hecho cada semana por años. También hay innumerables muestras de cariño y solidaridad, hay vecinos que se acompañan, familias completas alojadas en casas de otros, hay comida que se comparte y bromas para alegrar al otro.

En ese lugar sigue temblando constantemente, y a cada réplica el miedo retorna, las noches en vela se mantienen y la incertidumbre y expectación se hacen insoportables.

La primera vez que fuí, a 2 semanas del terremoto, se sentía la inmovilidad y el miedo. La segunda vez, a 1 mes del terremoto, se sentía la desolación, la rabia y el dolor.

La energía en el lugar es muy fuerte y agotadora, es como un peso en el cuerpo que hay que superar para poder ayudar y ofrecer miradas distintas.

Las imágenes son parecen los resultados de una guerra.

Las personas están teniendo reacciones distintas, mientras algunos siguen detenidos, otros se están movilizando, otros comienzan a hacer bromas de su situación permitiendo que aparezca el necesario humor, en otros la intolerancia está provocando conflictos en los grupos y familias.

Con el terremoto se nos cayeron las seguridades que construímos para protegernos, se nos hizo presente la incertidumbre de la vida. Se nos recordó lo frágiles que somos, lo indefensos que estamos frente a la fuerza de la naturaleza. Se nos acercó la muerte como posibilidad real y cercana de la que generalmente preferimos no acordarnos, a pesar de ser lo único seguro que hay en la vida.

En Villa Prat las personas perdieron la seguridad que les brindaba el tener las necesidades básicas satisfechas, la seguridad de un pueblo poco violento, la seguridad que les brindaba su casa, la seguridad que les brindaba saber que sus hijos irían al colegio cada semana, la seguridad de su trabajo, la seguridad de la rutina cotidiana.

En estos 2 viajes al lugar, hemos intentado armar una red que permita a los psicólogos voluntarios que van al lugar, organizar mejor su trabajo, sin comenzar de cero cada vez que alguien llega.

En un primer momento, hicimos un levantamiento de las organizaciones y grupos existentes, identificando los líderes de éstas y como contactarlos. Observamos las principales necesidades en nuestro ámbito de trabajo.

También nos reunimos con las autoridades y grupos de personas que trabajan con otros para ofrecer un modelo distinto al asistencialismo, invitándolos a movilizar las redes existentes, a considerar los recursos de su comunidad.

Luego, hemos hecho talleres y encuentros con grupos: profesores, bomberos, vecinos, iglesia, niños.

Mis dos viajes han sido una experiencia difícil y enriquecedora. Me han permitido canalizar mi necesidad de ayudar en esta catástrofe, de no mantenerme al margen  o como testigo distante del dolor en algunos lugares. Me han permitido aprender y maravillarme con personas hermosas que dan su tiempo y trabajo como voluntarios y con vecinos que sin dudar han prestado su ayuda a otros que la necesitan talvez tanto como ellos mismos.

En un principio, me cuestioné por qué quería ir a ayudar, pensé que mi ego me movía a hacer algo por lucirme o demostrar(me) mi fortaleza, luego pensé que era sólo una manera de aplacar la culpa de estar bien y no ayudar.

Tuve que urgar en mis sentimientos para sacar esas primeras máscaras, que por supuesto están presentes, y encontrarme con el deseo de ayudar, con la empatía con quienes lo están pasando muy mal, también con mis recursos que me permitirían dar un apoyo profesional y con la humildad de no saber bien que hacer, ni cómo hacerlo.

Fui a una capacitación que dió el Colegio de psicólogos y me sirvió mucho, pues nos brindó un modelo en el cual apoyarnos. A partir de eso, pude recordar que desde la primera tesis que escribí el tema en el que sin saber como, he ido trabajando, son las redes sociales y el apoyo que se encuentra en ellas.

El psicodrama ha sido mi herramienta y me ha permitido encontrar una forma de contacto cercana y contenida, para compartir las vivencias, para conectarse con las emociones, para destrabar el cuerpo, para encontrarse con los recursos personales y comunitarios.

El trabajo con esculturas permitió que las personas pudieran expresar sus emociones a través de otros, compartiéndolas.

La recreación de los pilares propios y de la comunidad, aportó al reencuentro con los propios recursos y a la creación de una forma de apoyo y contención grupal.

El trabajo con mapas, tomado de las pérdidas de puntos de referencias concretos y simbólicos, ayudó a un grupo de bomberos a ubicar sus recuerdos y sensaciones en distintos lugares para luego reunirlas con los puntos de otros y dsede ahí poder caminar por este nuevo mapa del pueblo en el que hay pérdidas, familia, voluntarios, un joven muerto, miedo…un antes, durante y después.

Cansada y aún sin poder integrar realmente la experiencia, pero agradecida de estar bien, con vida, con casa y con mi familia y de que, desde ahí he podido poner un granito de arena en esta movida tierra.

Rosanna Nitsche

31 de marzo de 2010

El postulado de la Sociatría es que lo que necesita ser curado no es solamente  la psiquis individual, sino toda la sociedad. La palabra tiene dos raíces: el latín socius (la otra persona), y el griego iatreia (cicatrizar o curar). El foco de atención esta en la interacción entre psiques, entre miembros del grupo, sus adhesiones a otros miembros del grupo y la naturaleza de la interacción con otros grupos. ( Zerka Toeman Moreno, The Quintessential Zerka, Editor Routledge England, 2006 pag. 156)

Para todos los que tenemos la dicha y la dificultad de vivir en Latinoamérica la palabra crisis pierde significado ya que hemos hecho de lo circunstancial un hábito. Lo ocurrido en Haití, ahora en Chile, con su devastador terremoto, es prueba de esto. Desde lo económico, político o ambiental, hemos vivido pocos momentos de  calma. Tal vez sea por eso que estamos siempre preparados para el desastre. Claro que hay un precio adherido en esta situación y es el stress de un pueblo en estado de alerta. En el caso de Argentina, las frecuentes “revoluciones” y cambios de gobierno han generado un estado de desamparo y desesperanza, que nos torna irritables y pesimistas. De la  inoperancia al autoritarismo, a reinado la inseguridad, palabra clave para entender nuestro mundo. ¿Quiénes representan los valores centrales de nuestra sociedad? ! ¿En quién creer? A cualquier figura de autoridad, desde los padres, maestros o gobernantes se los mira como peligrosos y poco confiables.

La paranoia indica la desconfianza que rompe las barreras con la realidad. El enemigo imaginario puede ser cualquiera, sin pruebas de realidad que lo justifique. Y nos puede acosar inesperadamente. Todo lo que nos rodea puede ser un atacante potencial. Si se tratara de un hecho individual se haría pasible de un tratamiento. ¿Pero que ocurre ante la masividad del cuadro?

Estas fronteras se hacen poco precisas cuando aquellos en los que depositamos el rol de nuestros cuidadores, nos traicionan reiteradamente. La corrupción y el engaño de nuestra clase política nos desprotege. Y la paranoia se hace social. ! ! ! Sálvese quién pueda!! Los Bush de nuestra sociedad nos roban la confianza. Las puertas trabadas de los autos, carteras colgando siendo aferradas para que alguien no nos la arrebate, tarjetas de crédito duplicadas. El “por si acaso” nos transporta a un mundo potencialmente brutal. Las drogas proliferan asegurando que el descontrol permanente puede terminar con una vida en un segundo. El desamparo reina, ya que no basta la protección del hogar, aún para los privilegiados que cuentan con esa barrera. Las dictaduras actuales no son- en general- de índole militar. Son menos detectables. Algunas  religiones plantean fundamentalismos que no admiten opciones. El que piensa en forma diferente es un enemigo al que hay que destruir. Las empresas dictan reglas de su propio juego por el dominio que ejercen sobre los pueblos. Compran gobernantes funcionales a sus designios. La medicina ha sido apropiada por  empresas que dictan leyes en cuanto al tiempo de tratamientos, indicación de recursos diagnósticos etc. que antes eran patrimonio de los profesionales de la salud. El conocimiento también se transforma en objeto de dominación. En una mesa redonda de la cual participé uno de los integrantes manifestó que todo lo que no partiera de la posición teórica que él ejercía, eran meros calmantes frente a la enfermedad. Usaba el término Psicología profunda como siendo profunda sinónimo de cualidad y no nominando la inclusión del inconsciente en la comprensión del ser humano. Lo expresaba tan desembozadamente que fue una de las pocas ocasiones en las que quedé mudo.

Ciertamente no iré a discutir aquí las causas profundas de este fenómeno, sino que lo tomo como introducción al tema propuesto, seguro que algunos de los co-autores de esta publicación han de abordarlo. ¿Qué hacer? ¿Qué rol tenemos los psicoterapeutas frente el panorama actual?

Moreno comienza su trabajo sociométrico con el Manifiesto de Mittendorf. La propuesta concreta se torna irrealizable, pero la idea principal permanece. Intervenir en el grupo como tal, es una forma de transformación estructural posible. El gran innovador nos introduce al concepto de agente  de cambios sociales.  Poco tiempo después y durante la segunda guerra mundial, Bion percibe e implementa los grupos en función terapéutica. Tanto el campo de refugiados en el que nace la propuesta de Moreno como la guerra son matrices en donde reinaba la violencia. La idea del grupo versus violencia no es casual. Nadie por si solo puede generar un campo de lucha contra la violencia.

GRUPOS

Desde 1957 trabajé con grupos, muchas veces por  circunstancias ajenas a mi decisión explícita. Por ejemplo, mencionaré lo ocurrido durante mi formación como psiquiatra en los Estados Unidos (1957-1962). Ni bien llego al Hospital, me introducen como observador en un grupo terapéutico para pacientes próximos a la externación. El primer día se enferma el residente de tercer año que lo coordinaba, se acerca la enfermera y me dice que debo hacerlo yo. Hasta el día de hoy no tengo idea que puedo haber hecho porque el terror no deja huellas mnémicas. Pero sobreviví. Esa noche devoré el libro de Foulkes and Anthony, por entonces una guía importante para trabajar con grupos.  Cuando regresé definitivamente a Argentina, elegí a mi terapeuta ignorante que se trataba de un referente central de la terapia psicoanalítica de grupo.  Los amantes de la astrología van a gustar saber que nací el 9 de Octubre de 1934 a las 9 de la mañana en la ciudad de La Plata, Argentina. Parece que todos los astros del universo se encontraban en la casa once, sede de los grupos. No tengo elementos teóricos para refutar o confirmar el peso determinante o condicionante de este hecho, pero…toda fuente del conocimiento humano merece mi respeto, siempre que sea honestamente administrada. Y mi desconocimiento no invalida su importancia.

Lo cierto es que ya sea como terapeuta verbal o psicodramático, siempre trabajé en grupos. Tanto en el campo psicoterapéutico como en la docencia. Encuentro a Moreno en 1964 y este encuentro define mi postura en la psicoterapia: soy un psicodramatista y serlo puede resumirse en la frase que frecuentemente mencionaba Moreno “si vuelvo a nacer quiero volver como un grupo”.

MALVINAS

La guerra llamada “sucia”- como si las hubiera limpias-  fue una experiencia trágica en todo sentido. El dolor que aún se arrastra en nuestra ciudadanía, creó situaciones en donde nuestro trabajo se enmarcaba en un ámbito persecutorio.  Desde 1963 trabajé con grupos terapéuticos. Llegué a coordinar hasta 20 grupos funcionando semanalmente. Pero durante la dictadura militar los  grupos eran considerados subversivos. Y tenían razón ya que para el autoritarismo el pensamiento creativo es el peor enemigo de la razón del poder. Los desaparecidos de esta encarnación del poder destructivo de la dictadura militar fueron mucho más que los evidentes. Todos nos evaporábamos  como defensa. Militancias a escondidas, heroísmos y cobardías, sueños convertidos en sangre. El último delirio de los militares fue el acto “heroico” de recuperar las islas Malvinas. Mi hijo mayor prestaba el servicio militar, por entonces obligatorio. Y estalló la guerra y rápidamente llevaron a Fabián al frente de guerra.

Mi mujer y yo no nos quedamos quietos. Publicamos un anuncio en el diario local- en el que por entonces escribía una columna de opinión- llamando a los padres que se encontraban en nuestra situación. Al encontrarnos por primera vez me encontraba en las mismas condiciones de cuando tuve que conducir mi primer grupo: cero. Pero lo que no sabía desde la soledad lo descubrí en contacto con mis pares. La sabiduría no es individual sino que se encuentra en el seno de los grupos. En principio fuimos 60 personas y llegamos a ser 700 o más.

SOCIODRAMA

Nadie tenía un plan, la primera condición fue focalizar el objetivo: nuestros hijos estaban en la guerra, y nosotros desamparados independientemente de ideologías o posturas políticas o religiosas. El grupo funcionaba como sostén. Primero entonces: salir de la soledad y el aislamiento. Pero la angustia era enorme. Ninguno de nosotros había decidido esta guerra. Ni siquiera habíamos elegido libremente a los gestores de la “gesta heroica”. Éramos pasivos receptores de un acto mesiánico.  El hecho de no tener ningún control nos dejaba impotentes. Consideremos el hecho de que hasta el dia anterior a la guerra, nuestros hijos, con 18 años de edad, aún tenían que rendirnos cuenta de sus actos, como ser  el acto simbólico de no tener aún la llave de la casa. Los padres ejercíamos un rol de cuidado muy grande que en la época actual se ha ido perdiendo.

La tensión en un principio era enorme. ¿Cabe proponer un método de  acción en estas circunstancias? La acción psico o sociodramática requiere un distanciamiento operativo adecuado. De lo contrario la acción se podría convertir en un peligroso acting out. Las descargas emocionales eran amparadas por el grupo sin críticas. El dolor y el llanto eran rápidamente contenidos por el grupo, alguien se acercaba y tomaba una mano de quien estaba llorando y el efecto en cadena se instalaba. En pocos momentos todos lloraban. El miedo aparecía mas detectable por actitudes corporales que indicaban tensión contenida, lentamente alguien expresaba su miedo a que nuestros hijos estuviera pasando frío, hambre. Nadie mencionaba el miedo real y era que estuvieran muertos. El rol materno (cluster uno según mi propuesta), se ejercía en forma natural y espontanea.

La emoción cuya expresión era más difícil era la agresión. Era difícil manejar el posible desborde. Facilitar la descarga para bajar la tensión es una práctica común en Sociopsicodrama. Es solo descarga, pero facilita la posibilidad de que el nivel de agresión bloquee la posibilidad de elaboración productiva. Algunas veces apelábamos a un comienzo con un pataleo o descarga con los brazos. Movimientos de alivio mínimo para el nivel de tensión, pero suficiente para permitir una acción conjunta. El principio de organización (cluster dos o paterno) llegaba como secuencia de la contención emocional.

La palabra clave que imperaba en el período siguiente era COMPARTIR. (cluster tres o fraterno). Un espacio en el que cada cual  pudiera expresar sus temores, pensamientos o las noticias. Alguna carta de nuestros hijos era leída para que todos la compartieran. Una eventual llamada telefónica era como una confirmación de vida. Los muchachos se las arreglaban para que, de vez en cuando, consiguieran hablar por teléfono. Eran momentos de conmoción en el grupo, aunque en realidad, la conmoción fuera una constante. Cada carta eran todas las cartas, cada llamada era, de esta forma, para todos.

En el compartir se encontraba el alivio, pero también era un momento temido. Alguien podía tener una noticia temida. Esto ocurrió ya avanzado el movimiento del grupo. Las noticias de las primeras bajas, llegaron como algo aterrorizante aunque esperado. El momento mas difícil para mi fue cuando la novia de uno de los soldados, se encontraba sentada en la primera fila durante una reunión, cuando nos llega la noticia de la muerte de su novio. Ser portador de la noticia y encargado de comunicarla debe ser de las situaciones más críticas por la que pasamos.

LAS TAREAS

El mantenernos ocupados fue un fuerte organizador. Además, el grupo fue progresando de un grupo cuyo centro era la continencia, hacia un grupo organizado que ejecutaba tareas. Los integrantes del grupo provenían de los más diversos núcleos sociales. Desde profesionales, comerciantes, funcionarios públicos, hasta desocupados que pasaban necesidades primarias, al punto de no poder pagar el transporte para concurrir a las reuniones. De a poco fueron surgiendo tareas específicas, como visitar a las familias sin recursos, proveerlos de los medios para concurrir. El enviar encomiendas para los soldados, parecía una tarea simple, pero no lo era para muchos. Se creó un grupo con sede en el correo central, para asesorar a los padres sobre la forma adecuada de  hacer los envíos.

La comunicación con la prensa: Desde el principio se consideró la posibilidad de mantener el grupo cerrado. Nadie podría asistir a las reuniones sin pertenecer al grupo. Recordemos que eran épocas de dictadura militar. Sin embargo yo tenía claro que la mejor defensa era la luz y la prensa. Invitamos a los periodistas a concurrir a las reuniones cuando quisieran. No había día en el que no aparecieran en los diarios noticias sobre la marcha de nuestro grupo. Al principio eran solo menciones y en cuanto el grupo fue adquiriendo fuerza, las noticias eran más centrales. Esta manera de funcionar, nos permitió llegar masivamente a la comunidad. Muchos núcleos de profesionales ofrecían su ayuda gratuita a las familias que lo necesitaran. El apoyo de tanta gente nos permitió tener una fuerza que resultaba un escudo frente a la posible y probable interferencia de los militares. Mas adelante relataré ese aspecto.

Comunicaciones: Al ser un grupo tan heterogéneo, albergábamos muchas diferentes profesiones. Entre ellos se encontraba una persona con un alto cargo en la empresa nacional petrolera. Como se sabe los mayores yacimientos de petróleo se encuentran a lo largo de la costa marítima. Esto nos permitió tener una red de comunicaciones cercana al escenario de la guerra. Cuando la marina inglesa se acercaba, íbamos teniendo noticias de donde se encontraban, con una presición tal, que los mismos militares terminaban pidiéndonos información. Éramos una fuente mas creíble que los propios militares ya que no había otro interés fuera del de defender a nuestros hijos.

Hubo un hecho que nos dio la certeza del poder del grupo de pares. Uno de los padres nos dijo en una reunión, que en una época se había instalado en las islas una repetidora de radio de la Provincia de Buenos Aires. Que nunca fue usada pero que tampoco fue desactivada. Intentamos activarla y supimos que se escuchaba en Malvinas. Buenas noches Malvinas comenzó a irradiarse diariamente, con música que les gustaría a nuestros hijos, noticias del football local, cartas abiertas de los padres. Todas los noches a las ocho de la noche, iba al aire. No todos la pudieron escuchar, dependiendo del lugar donde estaban apostados. Pero saber que podría haber alguno escuchando nos daba una sensación de cercanía invalorable. Conservo las grabaciones de los programas, pero confieso que nunca pude volver a escucharlas.

La tarea de hablar con los militares fue abordada por tres integrantes, entre los que estaba yo. En un principio era algo formal, como si había o no noticias. Cuando el grupo fue tomando fuerza, las reuniones eran diarias e intensas. Un día sale en el periódico una nota cuyo titular era una frase que yo dije en una de las reuniones: “A quienes confiamos a nuestros hijos”. Me refería a las quejas de los soldados de que pasaban frío, que se alimentaban mal etc., cuando nuestro grupo enviaba gran cantidad de provisiones a través del correo. Ese día recibí un llamado del Coronel a cargo del regimiento, pidiéndome que vaya a verlo. Lo hice y su mirada lo decía todo. Estaba furioso. Y yo me sentí con miedo. Mucho. Sin embargo, el rol de padre y el tener absoluta certeza de la fuerza del grupo  en ese momento, hizo que la situación se revirtiera y terminé siendo yo el que controló la conversación. El grupo estaba conmigo y él estaba solo. A partir de ese momento todo cambió. Tanto fue así que cuando terminó la guerra el coronel llamó para ver que opinábamos sobre la recepción de los muchachos. La organizamos nosotros.

LA TRANSFERENCIA

Desde el comienzo hubo un clima que favorece las fantasías persecutorias y la transferencia en el sentido Moreniano. En las primeras reuniones siempre aparecía la figura del infiltrado. Se miraba a alguien con recelo, caras que iban por primera vez se hacían sospechosas. Los militares estarían espiando, para dañarnos. No olvidemos que la guerra se superpone a la “guerra sucia”, con sus persecuciones y matanzas. Si nos hubiéramos cerrado para evitar este fenómeno, la persecutoriedad hubiera terminado por imposibilitar la tarea. Hablar bajo y cuidarnos era ponernos en el rol de subversivos. Con tantos años de experiencias como grupalistas, tanto mi mujer Elena como yo, sabíamos que  no podríamos progresar en ese clima. La respuesta fue invitar explícitamente a los militares a concurrir al grupo. Nada de lo que hacíamos era contra ellos: nuestro objetivo era ayudar a nuestros hijos. Y poco a poco la fantasía persecutoria perdió fuerza.

Pero esto dio paso a otro fenómeno: la creación de la figura mesiánica, claramente colocada en mí. Yo coordinaba las reuniones junto con Elena y otro integrante, ya que éramos las personas con mayor experiencia en grupos. Cuando los ingleses llegaron a las Islas y la guerra comenzó en forma explícita, la tensión aumentó. Cuando llegaba al local de reuniones, los otros padres se abalanzaban sobre mí pidiéndome las cosas más absurdas, tales como que usara mis “influencias” para traer de vuelta al hijo que se encontraba mal. O que le hiciera cambiar el lugar donde se encontraba porque era un lugar muy frío y húmedo. Al principio estaba atónito de escuchar esos pedidos. Yo era un padre como cualquier otro, tan lejano a los niveles de decisión como todos los demás. ¿De que influencias hablaban? Nunca entendí tanto el sentido y poder de la transferencia como en esas circunstancias. El grupo, en su desesperación y desamparo, necesitaba un protector que los rescatara de la impotencia. ¿Qué efecto tenía en mí? Me sorprendí en momentos en los que yo mismo lo sentía así: no era uno más, tan expuesto al desastre como cualquiera. “Tenía” el poder transferido. Al reflexionar sobre esos momentos comprendí también el peligro de un terapeuta en momentos de crisis personal. Aceptar las depositaciones mesiánicas permite comprar la fantasía de ser omnipotente. Felizmente el tener consciencia del peligro me permitía sortear el obstáculo y reiterar una y otra vez que yo era un par, ejerciendo eventualmente el rol de coordinador. Podrían haber ocurrido dos cosas igualmente negativas. La primera, como dije, sería la aceptación de la depositación, la segunda enojarme. No comprender los mecanismos grupales que llevan a estas peligrosas dinámicas, se manifestaría en forma de maltrato para el grupo. La espontaneidad del coordinador es esencial, pero siempre que se olvide que el filtro de la condición primordial de la espontaneidad es la adecuación, la cual implica la incorporación del conocimiento no disociado. Me ayudó mucho también el estar dispuesto a compartir mis propias angustias. En una ocasión, una señora mayor que estaba sentada en la primera fila, seguramente la abuela de algún combatiente, me tomó la mano y me dijo:”No se preocupe m´hijo, todo se va a resolver, confíe en Dios”. Yo no tengo una fe en el Dios al que ella se refería, pero si tengo fe en el poder sanador de esa manito llena de amor.

LA LLEGADA

Claro que no volvieron todos. Fueron momentos de gran tensión. Una vez “perdida” la guerra, se mezclaban varias ansiedades. La derrota, no previsible solo para los delirios de los dictadores de turno, agregaba un sin sentido mayor aún. La clara sensación de que nuestros hijos habían sido usados como “carne de cañón” aumentaba la ira. Siempre es un sentimiento peligroso, pero en un grupo grande preanuncia estallidos. Hacia fuera o hacia el propio cuerpo. Y los hubo. En los días finales de la guerra uno de los padres que frecuentaba el grupo tuvo un infarto. Varios abuelos murieron durante el tiempo del comienzo de las reuniones, hasta el final de ese año, incluyendo mi madre y mi suegro. Era demasiado impensable para personas mayores, que sus nietos tuvieran que enfrentar una posible muerte violenta. No había representación simbólica posible, entonces el cuerpo hablaba. Y gritaba el horror del momento.

Cuando volvieron los muchachos, lo primero fue asistir a las familias que habían sufrido la desgracia mayor, la de no tenerlos de vuelta. Esos no volvieron al grupo. Los vimos a solas.

Los soldados ya sabían de la existencia del grupo de padres. Concurrieron algunos, pero todo era demasiado difícil. No se les podía pedir que se integraran. Cada uno de nosotros podía representar el mundo cruel que los envió a la guerra con un triunfalismo absurdo, para después recibirlos como locos, delincuentes o fracasados. Una multitud los despidió como héroes. Un silencio los recibió, solo quebrado por algún grito de “cobardes” o cosas por el estilo. Me pidieron reunirse en grupos privados. Atendí en mi consultorio a algunos muchachos con neurosis traumática, tuve algunos grupos en los que se buscaba que pudieran compartir sus experiencias. Recuerdo un muchacho que solo repetía: “no entiendo”. Algunos fueron internados. El desconcierto e improvisación del ejército, incapaz de reconocer su brutal ignorancia, se movía en forma incoherente. Muchos volvían a la nada. La Universidad de La Plata creó un núcleo de ayuda. Elena trabajó para reorientar a los que estudiaban. A otros de les trataba de conseguir un trabajo.

El grupo de padres tuvo como última tarea el de prepararnos para estar con ellos. Hicimos rol playing de cómo hablarles, como escucharlos. Ellos habían pasado por experiencias que nosotros desconocíamos. Hubo que enfrentar suicidios, que a lo largo del tiempo superaron el número de muertos en combate, crisis familiares, depresiones.

Ya el grupo había cumplido su función y las diferencias ignoradas durante el periodo de la guerra, se hicieron evidentes. El claro punto de ruptura fue cuando, en una misa que se hizo por los caídos en combate, se acercaron solidarias las madres de Plaza de Mayo. Yo me acerqué a agradecer su presencia. Hubo un gran silencio tenso. Nuestras diferencias ideológicas se hicieron patentes. Para algunos las situaciones no eran comparables. Los hijos de la Madres de Plaza de Mayo habían elegido su camino, “algo habrán hecho”. Nosotros no. Padres de primera y segunda clase. Ya el factor convocante no estaba. Ahora aparecían diferencias que nos marcaban el fin de la fuerza del grupo. Las reuniones se hicieron mas espaciadas. Nuestro trabajo prosiguió en forma de células aisladas. Los muchachos crearon su propio grupo, el que perdura hasta hoy, 28 años después de terminada la guerra. ¿Terminada? ¿Se termina alguna vez una guerra?

SOCIODRAMA, PSICODRAMA O…

Varias preguntas permanecen en mí. Escribí un libro llamado El otro frente de la guerra, (El otro frente de la guerra, Ed. Ramos La Plata, 1982) que publiqué en el mes de Julio del 82. Quería que fuera un testimonio visceral que se publicara durante el gobierno militar, como prueba de su brutal y salvaje comportamiento. Fueron los peores enemigos de los soldados. Como prueba clara de su salvajismo, los alimentos que les enviábamos estaban almacenados en un galpón y no se repartían a los muchachos. Claro que hubo gente con coraje y valentía. Pero, aún hoy, pasados tantos años no puedo exigirme imparcialidad en este tema. ¿Fue un sociodrama? Creo que si, pero con las reglas del caos. ¿Fue un Psicodrama? Ciertamente no, ya que lo imaginario no tenía lugar.

La acción dramática exige un grado mínimo de distanciamiento del hecho en sí. Un mínimo de yo-observador que registre los acontecimientos. Sin esto, la acción dramática se asemeja a un acting out. No había lugar para la Re-presentación. El Drama era de tal intensidad que no permitía el psico ni el socio drama, en su estructura tradicional.

En 1963 asistí a un curso dictado en Buenos Aires por el Medico Escocés Maxwell Jones. Me fue de gran utilidad. Sus conceptos sobre la Comunidad Terapéutica fueron reveladores. Abrimos una comunidad terapéutica en esos moldes en el hospital Melchor Romero. Ávido por aprender más sobre el método, me fui a hacer una pasantía en su Hospital en Colorado. Pude vivir in situ la fuerza de su propuesta. El psicodrama era totalmente compatible con su propuesta, tanto técnica como ideológicamente.

Al enfrentar la difícil tarea de trabajar con el grupo de padres, esta experiencia me condujo a la forma de evitar el caos. Jones proponía que en la primera parte de las reuniones se abordaran nuestros sentimientos relacionados con la tarea. Horizontalmente, sin distinción entre coordinadores y pacientes. Esto equivale a la propuesta de Moreno del compartir después de la dramatización, sin jerarquías. Solo variaba el momento. Jones comenzaba las reuniones desde este ángulo, Moreno lo propone al terminar la experiencia psico o sociodramática. El mero hecho de encontrar un ámbito de contención acrítico para los sentimientos, genera un clima de horizontalidad y receptividad. Así lo hicimos. No se busca la interpretación ni la crítica. Se abren las compuertas y se circula por las tensiones, miedos, y angustias contenidas. Al principio este momento era el más temido y terminó por ser el más esperado.

Compartidas y contenidas las tensiones, se pasa a la parte operativa. Noticias que necesitan circular, pedidos, necesidades. ¿Quién podía dar respuestas a algunos de los múltiples pedidos? Siempre había un socorrista o directamente o a través de un voluntario. El desamparo era respondido con acciones claras y específicas. ¿Un dentista? Había varios. ¿Un médico? Igual, ¿una atención psicoterapéutica o psiquiatrica individual? Igual. ¿Un abogado? …Y así el grupo funcionaba como proveedor que, más allá de la acción específica, permitía una salida a la creciente desolación y desamparo.

Las comisiones: la siguiente etapa permitía una organización para realizar las tareas necesarias. Como ya mencioné se crearon comisiones para tareas como las comunicaciones, programa de radio, contacto con los militares, mesa de correos etc. Esto permitía una organización que direccionaba los diferentes aspectos de un grupo numeroso. Pero también era laborterapia. No quedábamos pasivos frente al enemigo, que no eran solo los ingleses. Estábamos en lucha, no en guerra.

CONCLUSION

Fue la tarea más difícil de mi vida. También la que mas huellas y experiencia de vida me ha dejado. Asimismo aquella que puso en juego mi creatividad, exaltada por mis compañeros. Fueron tres meses de tal intensidad que aún hoy, 28 años después, resuenan en mí. Me enseñaron potencia y humildad. Me dieron un norte que siempre estuvo presente, pero que creció sin fronteras: mi lucha es y será por la no violencia, sea en la forma que sea y justificada por lo que sea. Y los latinoamericanos la hemos sufrido desde siempre. Hoy estoy escribiendo estas líneas y los ecos del terremoto ocurrido en Chile y Haití, nos llaman a estar presentes. El sociodrama es un instrumento que puede canalizar nuestra decisión de lucha. Darle voz al silenciado por la opresión, es un valioso objetivo de vida. También lo es el dar voz a una naturaleza que nos necesita activos y presentes. Los grupos como Greenpeace nos demuestran que las personas que no estamos atados a compromisos políticos, siempre subordinados a los intereses económicos, pueden modificar muchas cosas. Seria muy interesante que pudieran recurrir a trabajar con Sociodrama. Un entrenamiento en las técnicas puede habilitar a mucha gente para utilizar sus recursos.

El 12 de Octubre de 2002 se realizó el Primer Sociodrama Público y Simultáneo de América Latina (Publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México 2004. Compilado por Maria Carmen Bello). Fue un hecho formidable. Pero no tuvo continuidad. ¿Porque? Voy a aventurarme a decir que la propuesta era demasiado amplia. Faltaba un foco que dirigiera la atención hacia un tema determinado. Dar voz al silencioso, necesitaba un tema claro. De lo contrario en vez de un coro nos encontraríamos con un ensordecedor ruido. Ojala reflotemos la idea pero dirigido a temas específicos, con el fin de direccionar la atención del grupo.

Esto ocurrió en el grupo de padres. Una vez terminada la guerra, cuando los mas afortunados volvieron, el foco convocante desapareció. Y el grupo perdió su fuerza.  Ciertamente  en el grupo de padres no solucionamos los problemas de la delirante guerra, pero fue un espacio de salud frente al caos e insanía.

Una pequeñísima mujer enfrentada a la incertidumbre, la descontensión y la sensación de estar a merced de una naturaleza exuberante y brutal. Una habitante de la ciudad, en cuya utopía ésta la protege.

Una naturaleza brutal por lo exagerada, brutal por lo naturalmente hermosa, brutal por la potencia de sus sonidos y colores, brutal por lo incansable e inesperada.

Noches de insomnio, acompañada por el sonido de una caída de agua que, por momentos, parecía que nos caía encima; acompañada por el rugido de un río enorme, que me hacía imaginarnos en una especie de arca de Noé pero arrastrada por el caudal sin rumbo.

Noches de insomnio en que las gotas de lluvia parecían una novena sinfonía amplificada al máximo, junto a un frío profundo e inmovilizador.

Y todo esto, entrelazado indisolublemente con el verdor más extenso, más variado y más brillante (¡los troncos también son verdes!), con las hojas de nalca más grandes imaginables, con los campos de lupinos más inesperados, con las montañas más cercanas y los lagos más turquesa, con los hielos más celestes, con el suelo más mullido, compuesto de capas y capas de hojas ahí caídas…. con la belleza más inquietante, más innombrable.

Tejido además, de la soledad de los caseríos y las chozas en la mitad de la nada – o de todo -, con la tristeza de los miles de troncos quemados, grises y abandonados de nuestra patagonia, con las lágrimas de un cielo que no para de llorar y cuyas lágrimas, a ratos, se transforman en cristales, en pequeños copos que blanquean las hojas.

Por muchos días, las sensaciones estaban atrapadas sin posibilidad de expresión, por muchos días me preguntaba ¿para qué me servirá esta experiencia, además de sentirme indefensa y pequeña (lo que ya es mucho, en realidad)?

Poco a poco, las palabra me van permitiendo digerir y nombrar.

Primero, será solo describir la brutal naturaleza, como los personajes de Kawabata.

En la novela Kioto, Takichiro dice: » – Gracias. En nuestros días, la gente usaría rápidamente una palabra inglesa como «idea» o «sensación». Hasta para referirse a los colores se emplean hoy los términos occidentales que están de moda.»

Y de la misma novela:

«la lluvia empezó a encharcarse sobre las hojas de los cedros, cayendo en grandes gotas. Retumbó el trueno con violencia.

– Tengo miedo – Chieko empalideció. Naeko le tomó la mano.

Los truenos se hicieron cada vez más intenso hasta que ya no hubo intervalo entre los relámpagos y el ruido atronador. El ruido parecía desgarrar las montañas.

Las ramas de los árboles de la montaña bullían bajo la lluvia. Con cada relámpago, la tierra se iluminaba y los árboles que rodeaban a las jóvenes centelleaban. En ese momento, los bellos troncos rectos del bosquecillo parecían extraños y ominosos. Y luego estallaba el trueno.»

Carretera Austral, febrero 2010.


La Carmen se va de viaje. Se va a una gira por Nueva Zelanda. Un viaje muy importante para ella, en su vida, en su carrera musical. Importante en lo concreto, es un reconocimiento, posibilidades, sueños.
La Carmen es una mujer que me ha enseñado mucho. Lo principal porque nunca ha querido enseñarme nada (excepto la música tal vez), simplemente es su forma de vivir, de sentir y pensar lo que me ha llevado a asombrarme y a revisarme tantas veces y se lo agradezco.
Qué me ha mostrado?
La posibilidad de elegir. La creencia firme y verdadera de que somos lo que somos y estamos donde estamos por elección. Que siempre y para todos haya alternativas de vidas distintas. Tal vez ni las imaginamos como posibles pero que lo son.

El desapego. Las cosas solo nos detienen. Mientras más tenemos, más pesada es la carga por arrastrar. Tener versus ser.
Desapego de las personas, entendido como la posibilidad de amar profundamente, de estar con otros y atesorarlos en la experiencia pero dejarlos ir cuando llega el momento. Dejar ir, dejar avanzar, las parejas, los hijos, los que mueren y los que cambian. (recuerdo este libro: Las Cosas de George Pereck)

El Consenso. Dedicar el tiempo necesario, la disposición y cariño a poder expresarse y escucharse hasta que todos en un grupo (más de una persona es un grupo) estamos de acuerdo, hasta que verdaderamente nos podemos sumar y no restar de lo acordado.
Esto parece,  al menos, enigmático y poco práctico. En la forma de vida de Carmen, en el lugar donde vive, las decisiones, cotidianas y fundamentales se deciden en los «círculos» que no terminan hasta que se logra consensuar.

Reconocerse. saber lo que siento, reconocer las emociones. Lo que me pasa en tal o cual situación, qué me produjo tal malestar, cuando logro sentirme feliz, como reacciono en tal momento, que necesito y que no. El darse el tiempo y el ejercicio para lograrlo.

También el disfrutar de los niños, el permiso a la creatividad, la no exigencia externa al educar, sino que esperar y promover la motivación.

Los silencios. Que son parte de la música, que no son un vacío, por el contrario están llenos de sentido y permiten que la míusica se enriquesca y sea lo que es. No hay música sin silencios, así como no hay relaciones ni conversaciones sin silencios. (otro libro: El silencio Primordial de Santiago Kovladioff)

La Carmen inicia su viaje pronto, arranca de la ciudad que no la cobija, sino que la expulsa.
Yo estoy triste y agradecida y confiada de que algo de la Carmen se queda conmigo.

Mi maestra, te voy a extrañar…

Para conocer a esta hermosa mujer y escuchar unas tremendas canciones. Vayan a :

http://www.myspace.com/carmensalvador

Estando en la hermosa zona andina del Perú, entre Cusco y Machupicchu, me enteré de la siguiente tradición:

Cuando un hombre y una mujer andina, del campo, se enamoran, esta relación debe ser aprobada por la familia… del novio.

Para esto, se reunen los padres del novio y su hijo, con los padres de la novia y su hija. Esta última será sometida a una especial prueba por sus suegros, para saber si es adecuada para ser la mujer de su retoño.  A estas alturas de la historia, me imaginé una serie de pruebas posibles, pero jamás estuve cerca de la verdadera.

La suegra ha buscado muchas papas, las más pequeñas y llenas de «ojitos», en la reunión se las ofrece a  la novia quien debe pelarlas prolijamente mostrando su habilidad para tamaña hazaña.

Dejando de lado consideraciones feministas y aclarando que  yo estaría soltera y sin posibilidad de noviazgo, esta costumbre me hizo navegar por los recuerdos y llegué a la imagen de mi abuela paterna, Ana, una española silenciosa y hermosa, que en sus últimos años había perdido casi toda la vista. Muchas veces ví a mi abuela sentada casi a oscuras, con un canasto de papas a sus pies y un pequeño cuchillo con el que minuciosamente iba pelando las papas, sin verlas, retirando la cáscara delgada y las manchas de estos «ojitos». Mi abuela, que provenía de una familia de campesinos en Andalucía, se veía tranquila en este quehacer al que dedicaba un buen tiempo.

Volviendo al altiplano, estas mujeres quechuas, campesinas, que andan con sus bebes en la espalda año tras año, que acompañan en el trabajo de la tierra al marido, que tejen en sus telares, que a los 4o años parecen ancianas. Estas mujeres deben ser muy fuertes y deben tener una sabiduría que es mayor a la dada por los libros. Estas mujeres deben estar conectadas con la tierra, con el clima, con los procesos estacionales. Estas mujeres dan a luz en sus casas, alimentan con poco a sus muchos hijos y saben, como pocos, sobrevivir y adaptarse a lugares que, a mis ojos, son inhóspitos, áridos y solitarios.

Estas mujeres deben ser muy fuertes, internamente muy fuertes, con esa fortaleza que da la conexión con la tierra, con el vivir el momento, agradeciendo y aprovechando lo que hay. Estas mujeres van al ritmo del amanecer y el anochecer, de las lluvias y las sequías, del sol y de la luna.

Y es todo esto, pensé, lo que cada una de estas descendientes de los incas, expresa al pelar las pequeñas papas: la calma, la conexión, la simplicidad.

Me las imaginé en un estado meditativo en que la mano, la papa, el cuchillo danzaran melodiosamente sin más importancia que el momento mismo.

2 mujeres

mirando el camino

la tejedora

2059_7

Recién terminé de leer este libro de Carla Guelfenbein. Me encantó y no pude parar de leerlo desde la mitad hasta el fin, quedando profundamente conectada con la vivencia de soledad y vacío que manifiestan los personajes de la novela y que a menudo encontramos a nuestro alrededor con solo aguzar un poco la mirada.

La familia de la novela, más común de lo que se querría, tiene historias dolorosas en su pasado, que algunos se empeñan en olvidar, convirtiéndolas en Secretos Familiares sabidos por muchos pero no hablados.

Secretos de Familia que dejan espacios vacíos, partes de la historia propia que las mentiras creadas para suplirlos no logran completar con los sentimientos faltantes y que, además, requieren de mucho esfuerzo para sostenerlos.

Un esfuerzo en el que muchas emociones y sentimientos deben ser ocultados en un baúl que fuerza por abrirse y que deja un gran vacío en quienes lo resguardan, quedándose sin las posibilidad de sentir profundamente.

En este modo de vida occidental posmoderno, la velocidad, el sentido de urgencia, el individualismo nos van dificultando el desarrollo de vínculos profundos y constantes, en los que podamos conectarnos, escucharnos, conocernos… Vínculos en los que podamos mostrar lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nosotros mismos; los logros y los errores… vínculos en los que no queden secretos, ni zonas ocultas y que así nos permitan completarnos, sin dejar espacios vacíos.

Cuando eso no sucede, como en esta novela, los vacíos se convierten en hoyos negros que roban nuestra energía y que exigen ser llenados.

Es la esposa, que intenta llenar la distancia afectiva del marido con un amante.

Es el amante, que intenta llenar la soledad de su vida a través de una mujer.

Es el marido, que intenta llenar el vacío que ha dejado la negación del dolor y la fragilidad, a través del éxito profesional.

Es el niño, exquisita víctima de este entramado, que llena su soledad y su sinsentido con palabras grabadas a los adultos, hasta que decide descubrir los secretos que completarán su historia.

Son muchas las fotografias que las personas y las familias intentan borrar de su albúm: proveniencia de familias pobres; parientes enfermos, drogadictos o alcohólicos; abandonos; suicidios; quiebras económicas; adopciones; embarazos no deseados, homosexualidad.

Pero también: las notas “malas” de los niños; el hijo comunista; el viaje con el pololo de la adolescente; el matrimonio que no se soporta; los momentos de escasez económica…

Una frase del libro sintetiza lo fallido que suele ser el intento de ocultar historias y como el baúl de los recuerdos siempre termina por abrirse: “La verdad surge de las profundidades a alterar la ordenada superficie de las cosas”.

* Carla Guelfenbein (2008) El Resto es Silencio. Edit. Planeta. Santiago, Chile

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