El postulado de la Sociatría es que lo que necesita ser curado no es solamente la psiquis individual, sino toda la sociedad. La palabra tiene dos raíces: el latín socius (la otra persona), y el griego iatreia (cicatrizar o curar). El foco de atención esta en la interacción entre psiques, entre miembros del grupo, sus adhesiones a otros miembros del grupo y la naturaleza de la interacción con otros grupos. ( Zerka Toeman Moreno, The Quintessential Zerka, Editor Routledge England, 2006 pag. 156)
Para todos los que tenemos la dicha y la dificultad de vivir en Latinoamérica la palabra crisis pierde significado ya que hemos hecho de lo circunstancial un hábito. Lo ocurrido en Haití, ahora en Chile, con su devastador terremoto, es prueba de esto. Desde lo económico, político o ambiental, hemos vivido pocos momentos de calma. Tal vez sea por eso que estamos siempre preparados para el desastre. Claro que hay un precio adherido en esta situación y es el stress de un pueblo en estado de alerta. En el caso de Argentina, las frecuentes “revoluciones” y cambios de gobierno han generado un estado de desamparo y desesperanza, que nos torna irritables y pesimistas. De la inoperancia al autoritarismo, a reinado la inseguridad, palabra clave para entender nuestro mundo. ¿Quiénes representan los valores centrales de nuestra sociedad? ! ¿En quién creer? A cualquier figura de autoridad, desde los padres, maestros o gobernantes se los mira como peligrosos y poco confiables.
La paranoia indica la desconfianza que rompe las barreras con la realidad. El enemigo imaginario puede ser cualquiera, sin pruebas de realidad que lo justifique. Y nos puede acosar inesperadamente. Todo lo que nos rodea puede ser un atacante potencial. Si se tratara de un hecho individual se haría pasible de un tratamiento. ¿Pero que ocurre ante la masividad del cuadro?
Estas fronteras se hacen poco precisas cuando aquellos en los que depositamos el rol de nuestros cuidadores, nos traicionan reiteradamente. La corrupción y el engaño de nuestra clase política nos desprotege. Y la paranoia se hace social. ! ! ! Sálvese quién pueda!! Los Bush de nuestra sociedad nos roban la confianza. Las puertas trabadas de los autos, carteras colgando siendo aferradas para que alguien no nos la arrebate, tarjetas de crédito duplicadas. El “por si acaso” nos transporta a un mundo potencialmente brutal. Las drogas proliferan asegurando que el descontrol permanente puede terminar con una vida en un segundo. El desamparo reina, ya que no basta la protección del hogar, aún para los privilegiados que cuentan con esa barrera. Las dictaduras actuales no son- en general- de índole militar. Son menos detectables. Algunas religiones plantean fundamentalismos que no admiten opciones. El que piensa en forma diferente es un enemigo al que hay que destruir. Las empresas dictan reglas de su propio juego por el dominio que ejercen sobre los pueblos. Compran gobernantes funcionales a sus designios. La medicina ha sido apropiada por empresas que dictan leyes en cuanto al tiempo de tratamientos, indicación de recursos diagnósticos etc. que antes eran patrimonio de los profesionales de la salud. El conocimiento también se transforma en objeto de dominación. En una mesa redonda de la cual participé uno de los integrantes manifestó que todo lo que no partiera de la posición teórica que él ejercía, eran meros calmantes frente a la enfermedad. Usaba el término Psicología profunda como siendo profunda sinónimo de cualidad y no nominando la inclusión del inconsciente en la comprensión del ser humano. Lo expresaba tan desembozadamente que fue una de las pocas ocasiones en las que quedé mudo.
Ciertamente no iré a discutir aquí las causas profundas de este fenómeno, sino que lo tomo como introducción al tema propuesto, seguro que algunos de los co-autores de esta publicación han de abordarlo. ¿Qué hacer? ¿Qué rol tenemos los psicoterapeutas frente el panorama actual?
Moreno comienza su trabajo sociométrico con el Manifiesto de Mittendorf. La propuesta concreta se torna irrealizable, pero la idea principal permanece. Intervenir en el grupo como tal, es una forma de transformación estructural posible. El gran innovador nos introduce al concepto de agente de cambios sociales. Poco tiempo después y durante la segunda guerra mundial, Bion percibe e implementa los grupos en función terapéutica. Tanto el campo de refugiados en el que nace la propuesta de Moreno como la guerra son matrices en donde reinaba la violencia. La idea del grupo versus violencia no es casual. Nadie por si solo puede generar un campo de lucha contra la violencia.
GRUPOS
Desde 1957 trabajé con grupos, muchas veces por circunstancias ajenas a mi decisión explícita. Por ejemplo, mencionaré lo ocurrido durante mi formación como psiquiatra en los Estados Unidos (1957-1962). Ni bien llego al Hospital, me introducen como observador en un grupo terapéutico para pacientes próximos a la externación. El primer día se enferma el residente de tercer año que lo coordinaba, se acerca la enfermera y me dice que debo hacerlo yo. Hasta el día de hoy no tengo idea que puedo haber hecho porque el terror no deja huellas mnémicas. Pero sobreviví. Esa noche devoré el libro de Foulkes and Anthony, por entonces una guía importante para trabajar con grupos. Cuando regresé definitivamente a Argentina, elegí a mi terapeuta ignorante que se trataba de un referente central de la terapia psicoanalítica de grupo. Los amantes de la astrología van a gustar saber que nací el 9 de Octubre de 1934 a las 9 de la mañana en la ciudad de La Plata, Argentina. Parece que todos los astros del universo se encontraban en la casa once, sede de los grupos. No tengo elementos teóricos para refutar o confirmar el peso determinante o condicionante de este hecho, pero…toda fuente del conocimiento humano merece mi respeto, siempre que sea honestamente administrada. Y mi desconocimiento no invalida su importancia.
Lo cierto es que ya sea como terapeuta verbal o psicodramático, siempre trabajé en grupos. Tanto en el campo psicoterapéutico como en la docencia. Encuentro a Moreno en 1964 y este encuentro define mi postura en la psicoterapia: soy un psicodramatista y serlo puede resumirse en la frase que frecuentemente mencionaba Moreno “si vuelvo a nacer quiero volver como un grupo”.
MALVINAS
La guerra llamada “sucia”- como si las hubiera limpias- fue una experiencia trágica en todo sentido. El dolor que aún se arrastra en nuestra ciudadanía, creó situaciones en donde nuestro trabajo se enmarcaba en un ámbito persecutorio. Desde 1963 trabajé con grupos terapéuticos. Llegué a coordinar hasta 20 grupos funcionando semanalmente. Pero durante la dictadura militar los grupos eran considerados subversivos. Y tenían razón ya que para el autoritarismo el pensamiento creativo es el peor enemigo de la razón del poder. Los desaparecidos de esta encarnación del poder destructivo de la dictadura militar fueron mucho más que los evidentes. Todos nos evaporábamos como defensa. Militancias a escondidas, heroísmos y cobardías, sueños convertidos en sangre. El último delirio de los militares fue el acto “heroico” de recuperar las islas Malvinas. Mi hijo mayor prestaba el servicio militar, por entonces obligatorio. Y estalló la guerra y rápidamente llevaron a Fabián al frente de guerra.
Mi mujer y yo no nos quedamos quietos. Publicamos un anuncio en el diario local- en el que por entonces escribía una columna de opinión- llamando a los padres que se encontraban en nuestra situación. Al encontrarnos por primera vez me encontraba en las mismas condiciones de cuando tuve que conducir mi primer grupo: cero. Pero lo que no sabía desde la soledad lo descubrí en contacto con mis pares. La sabiduría no es individual sino que se encuentra en el seno de los grupos. En principio fuimos 60 personas y llegamos a ser 700 o más.
SOCIODRAMA
Nadie tenía un plan, la primera condición fue focalizar el objetivo: nuestros hijos estaban en la guerra, y nosotros desamparados independientemente de ideologías o posturas políticas o religiosas. El grupo funcionaba como sostén. Primero entonces: salir de la soledad y el aislamiento. Pero la angustia era enorme. Ninguno de nosotros había decidido esta guerra. Ni siquiera habíamos elegido libremente a los gestores de la “gesta heroica”. Éramos pasivos receptores de un acto mesiánico. El hecho de no tener ningún control nos dejaba impotentes. Consideremos el hecho de que hasta el dia anterior a la guerra, nuestros hijos, con 18 años de edad, aún tenían que rendirnos cuenta de sus actos, como ser el acto simbólico de no tener aún la llave de la casa. Los padres ejercíamos un rol de cuidado muy grande que en la época actual se ha ido perdiendo.
La tensión en un principio era enorme. ¿Cabe proponer un método de acción en estas circunstancias? La acción psico o sociodramática requiere un distanciamiento operativo adecuado. De lo contrario la acción se podría convertir en un peligroso acting out. Las descargas emocionales eran amparadas por el grupo sin críticas. El dolor y el llanto eran rápidamente contenidos por el grupo, alguien se acercaba y tomaba una mano de quien estaba llorando y el efecto en cadena se instalaba. En pocos momentos todos lloraban. El miedo aparecía mas detectable por actitudes corporales que indicaban tensión contenida, lentamente alguien expresaba su miedo a que nuestros hijos estuviera pasando frío, hambre. Nadie mencionaba el miedo real y era que estuvieran muertos. El rol materno (cluster uno según mi propuesta), se ejercía en forma natural y espontanea.
La emoción cuya expresión era más difícil era la agresión. Era difícil manejar el posible desborde. Facilitar la descarga para bajar la tensión es una práctica común en Sociopsicodrama. Es solo descarga, pero facilita la posibilidad de que el nivel de agresión bloquee la posibilidad de elaboración productiva. Algunas veces apelábamos a un comienzo con un pataleo o descarga con los brazos. Movimientos de alivio mínimo para el nivel de tensión, pero suficiente para permitir una acción conjunta. El principio de organización (cluster dos o paterno) llegaba como secuencia de la contención emocional.
La palabra clave que imperaba en el período siguiente era COMPARTIR. (cluster tres o fraterno). Un espacio en el que cada cual pudiera expresar sus temores, pensamientos o las noticias. Alguna carta de nuestros hijos era leída para que todos la compartieran. Una eventual llamada telefónica era como una confirmación de vida. Los muchachos se las arreglaban para que, de vez en cuando, consiguieran hablar por teléfono. Eran momentos de conmoción en el grupo, aunque en realidad, la conmoción fuera una constante. Cada carta eran todas las cartas, cada llamada era, de esta forma, para todos.
En el compartir se encontraba el alivio, pero también era un momento temido. Alguien podía tener una noticia temida. Esto ocurrió ya avanzado el movimiento del grupo. Las noticias de las primeras bajas, llegaron como algo aterrorizante aunque esperado. El momento mas difícil para mi fue cuando la novia de uno de los soldados, se encontraba sentada en la primera fila durante una reunión, cuando nos llega la noticia de la muerte de su novio. Ser portador de la noticia y encargado de comunicarla debe ser de las situaciones más críticas por la que pasamos.
LAS TAREAS
El mantenernos ocupados fue un fuerte organizador. Además, el grupo fue progresando de un grupo cuyo centro era la continencia, hacia un grupo organizado que ejecutaba tareas. Los integrantes del grupo provenían de los más diversos núcleos sociales. Desde profesionales, comerciantes, funcionarios públicos, hasta desocupados que pasaban necesidades primarias, al punto de no poder pagar el transporte para concurrir a las reuniones. De a poco fueron surgiendo tareas específicas, como visitar a las familias sin recursos, proveerlos de los medios para concurrir. El enviar encomiendas para los soldados, parecía una tarea simple, pero no lo era para muchos. Se creó un grupo con sede en el correo central, para asesorar a los padres sobre la forma adecuada de hacer los envíos.
La comunicación con la prensa: Desde el principio se consideró la posibilidad de mantener el grupo cerrado. Nadie podría asistir a las reuniones sin pertenecer al grupo. Recordemos que eran épocas de dictadura militar. Sin embargo yo tenía claro que la mejor defensa era la luz y la prensa. Invitamos a los periodistas a concurrir a las reuniones cuando quisieran. No había día en el que no aparecieran en los diarios noticias sobre la marcha de nuestro grupo. Al principio eran solo menciones y en cuanto el grupo fue adquiriendo fuerza, las noticias eran más centrales. Esta manera de funcionar, nos permitió llegar masivamente a la comunidad. Muchos núcleos de profesionales ofrecían su ayuda gratuita a las familias que lo necesitaran. El apoyo de tanta gente nos permitió tener una fuerza que resultaba un escudo frente a la posible y probable interferencia de los militares. Mas adelante relataré ese aspecto.
Comunicaciones: Al ser un grupo tan heterogéneo, albergábamos muchas diferentes profesiones. Entre ellos se encontraba una persona con un alto cargo en la empresa nacional petrolera. Como se sabe los mayores yacimientos de petróleo se encuentran a lo largo de la costa marítima. Esto nos permitió tener una red de comunicaciones cercana al escenario de la guerra. Cuando la marina inglesa se acercaba, íbamos teniendo noticias de donde se encontraban, con una presición tal, que los mismos militares terminaban pidiéndonos información. Éramos una fuente mas creíble que los propios militares ya que no había otro interés fuera del de defender a nuestros hijos.
Hubo un hecho que nos dio la certeza del poder del grupo de pares. Uno de los padres nos dijo en una reunión, que en una época se había instalado en las islas una repetidora de radio de la Provincia de Buenos Aires. Que nunca fue usada pero que tampoco fue desactivada. Intentamos activarla y supimos que se escuchaba en Malvinas. Buenas noches Malvinas comenzó a irradiarse diariamente, con música que les gustaría a nuestros hijos, noticias del football local, cartas abiertas de los padres. Todas los noches a las ocho de la noche, iba al aire. No todos la pudieron escuchar, dependiendo del lugar donde estaban apostados. Pero saber que podría haber alguno escuchando nos daba una sensación de cercanía invalorable. Conservo las grabaciones de los programas, pero confieso que nunca pude volver a escucharlas.
La tarea de hablar con los militares fue abordada por tres integrantes, entre los que estaba yo. En un principio era algo formal, como si había o no noticias. Cuando el grupo fue tomando fuerza, las reuniones eran diarias e intensas. Un día sale en el periódico una nota cuyo titular era una frase que yo dije en una de las reuniones: “A quienes confiamos a nuestros hijos”. Me refería a las quejas de los soldados de que pasaban frío, que se alimentaban mal etc., cuando nuestro grupo enviaba gran cantidad de provisiones a través del correo. Ese día recibí un llamado del Coronel a cargo del regimiento, pidiéndome que vaya a verlo. Lo hice y su mirada lo decía todo. Estaba furioso. Y yo me sentí con miedo. Mucho. Sin embargo, el rol de padre y el tener absoluta certeza de la fuerza del grupo en ese momento, hizo que la situación se revirtiera y terminé siendo yo el que controló la conversación. El grupo estaba conmigo y él estaba solo. A partir de ese momento todo cambió. Tanto fue así que cuando terminó la guerra el coronel llamó para ver que opinábamos sobre la recepción de los muchachos. La organizamos nosotros.
LA TRANSFERENCIA
Desde el comienzo hubo un clima que favorece las fantasías persecutorias y la transferencia en el sentido Moreniano. En las primeras reuniones siempre aparecía la figura del infiltrado. Se miraba a alguien con recelo, caras que iban por primera vez se hacían sospechosas. Los militares estarían espiando, para dañarnos. No olvidemos que la guerra se superpone a la “guerra sucia”, con sus persecuciones y matanzas. Si nos hubiéramos cerrado para evitar este fenómeno, la persecutoriedad hubiera terminado por imposibilitar la tarea. Hablar bajo y cuidarnos era ponernos en el rol de subversivos. Con tantos años de experiencias como grupalistas, tanto mi mujer Elena como yo, sabíamos que no podríamos progresar en ese clima. La respuesta fue invitar explícitamente a los militares a concurrir al grupo. Nada de lo que hacíamos era contra ellos: nuestro objetivo era ayudar a nuestros hijos. Y poco a poco la fantasía persecutoria perdió fuerza.
Pero esto dio paso a otro fenómeno: la creación de la figura mesiánica, claramente colocada en mí. Yo coordinaba las reuniones junto con Elena y otro integrante, ya que éramos las personas con mayor experiencia en grupos. Cuando los ingleses llegaron a las Islas y la guerra comenzó en forma explícita, la tensión aumentó. Cuando llegaba al local de reuniones, los otros padres se abalanzaban sobre mí pidiéndome las cosas más absurdas, tales como que usara mis “influencias” para traer de vuelta al hijo que se encontraba mal. O que le hiciera cambiar el lugar donde se encontraba porque era un lugar muy frío y húmedo. Al principio estaba atónito de escuchar esos pedidos. Yo era un padre como cualquier otro, tan lejano a los niveles de decisión como todos los demás. ¿De que influencias hablaban? Nunca entendí tanto el sentido y poder de la transferencia como en esas circunstancias. El grupo, en su desesperación y desamparo, necesitaba un protector que los rescatara de la impotencia. ¿Qué efecto tenía en mí? Me sorprendí en momentos en los que yo mismo lo sentía así: no era uno más, tan expuesto al desastre como cualquiera. “Tenía” el poder transferido. Al reflexionar sobre esos momentos comprendí también el peligro de un terapeuta en momentos de crisis personal. Aceptar las depositaciones mesiánicas permite comprar la fantasía de ser omnipotente. Felizmente el tener consciencia del peligro me permitía sortear el obstáculo y reiterar una y otra vez que yo era un par, ejerciendo eventualmente el rol de coordinador. Podrían haber ocurrido dos cosas igualmente negativas. La primera, como dije, sería la aceptación de la depositación, la segunda enojarme. No comprender los mecanismos grupales que llevan a estas peligrosas dinámicas, se manifestaría en forma de maltrato para el grupo. La espontaneidad del coordinador es esencial, pero siempre que se olvide que el filtro de la condición primordial de la espontaneidad es la adecuación, la cual implica la incorporación del conocimiento no disociado. Me ayudó mucho también el estar dispuesto a compartir mis propias angustias. En una ocasión, una señora mayor que estaba sentada en la primera fila, seguramente la abuela de algún combatiente, me tomó la mano y me dijo:”No se preocupe m´hijo, todo se va a resolver, confíe en Dios”. Yo no tengo una fe en el Dios al que ella se refería, pero si tengo fe en el poder sanador de esa manito llena de amor.
LA LLEGADA
Claro que no volvieron todos. Fueron momentos de gran tensión. Una vez “perdida” la guerra, se mezclaban varias ansiedades. La derrota, no previsible solo para los delirios de los dictadores de turno, agregaba un sin sentido mayor aún. La clara sensación de que nuestros hijos habían sido usados como “carne de cañón” aumentaba la ira. Siempre es un sentimiento peligroso, pero en un grupo grande preanuncia estallidos. Hacia fuera o hacia el propio cuerpo. Y los hubo. En los días finales de la guerra uno de los padres que frecuentaba el grupo tuvo un infarto. Varios abuelos murieron durante el tiempo del comienzo de las reuniones, hasta el final de ese año, incluyendo mi madre y mi suegro. Era demasiado impensable para personas mayores, que sus nietos tuvieran que enfrentar una posible muerte violenta. No había representación simbólica posible, entonces el cuerpo hablaba. Y gritaba el horror del momento.
Cuando volvieron los muchachos, lo primero fue asistir a las familias que habían sufrido la desgracia mayor, la de no tenerlos de vuelta. Esos no volvieron al grupo. Los vimos a solas.
Los soldados ya sabían de la existencia del grupo de padres. Concurrieron algunos, pero todo era demasiado difícil. No se les podía pedir que se integraran. Cada uno de nosotros podía representar el mundo cruel que los envió a la guerra con un triunfalismo absurdo, para después recibirlos como locos, delincuentes o fracasados. Una multitud los despidió como héroes. Un silencio los recibió, solo quebrado por algún grito de “cobardes” o cosas por el estilo. Me pidieron reunirse en grupos privados. Atendí en mi consultorio a algunos muchachos con neurosis traumática, tuve algunos grupos en los que se buscaba que pudieran compartir sus experiencias. Recuerdo un muchacho que solo repetía: “no entiendo”. Algunos fueron internados. El desconcierto e improvisación del ejército, incapaz de reconocer su brutal ignorancia, se movía en forma incoherente. Muchos volvían a la nada. La Universidad de La Plata creó un núcleo de ayuda. Elena trabajó para reorientar a los que estudiaban. A otros de les trataba de conseguir un trabajo.
El grupo de padres tuvo como última tarea el de prepararnos para estar con ellos. Hicimos rol playing de cómo hablarles, como escucharlos. Ellos habían pasado por experiencias que nosotros desconocíamos. Hubo que enfrentar suicidios, que a lo largo del tiempo superaron el número de muertos en combate, crisis familiares, depresiones.
Ya el grupo había cumplido su función y las diferencias ignoradas durante el periodo de la guerra, se hicieron evidentes. El claro punto de ruptura fue cuando, en una misa que se hizo por los caídos en combate, se acercaron solidarias las madres de Plaza de Mayo. Yo me acerqué a agradecer su presencia. Hubo un gran silencio tenso. Nuestras diferencias ideológicas se hicieron patentes. Para algunos las situaciones no eran comparables. Los hijos de la Madres de Plaza de Mayo habían elegido su camino, “algo habrán hecho”. Nosotros no. Padres de primera y segunda clase. Ya el factor convocante no estaba. Ahora aparecían diferencias que nos marcaban el fin de la fuerza del grupo. Las reuniones se hicieron mas espaciadas. Nuestro trabajo prosiguió en forma de células aisladas. Los muchachos crearon su propio grupo, el que perdura hasta hoy, 28 años después de terminada la guerra. ¿Terminada? ¿Se termina alguna vez una guerra?
SOCIODRAMA, PSICODRAMA O…
Varias preguntas permanecen en mí. Escribí un libro llamado El otro frente de la guerra, (El otro frente de la guerra, Ed. Ramos La Plata, 1982) que publiqué en el mes de Julio del 82. Quería que fuera un testimonio visceral que se publicara durante el gobierno militar, como prueba de su brutal y salvaje comportamiento. Fueron los peores enemigos de los soldados. Como prueba clara de su salvajismo, los alimentos que les enviábamos estaban almacenados en un galpón y no se repartían a los muchachos. Claro que hubo gente con coraje y valentía. Pero, aún hoy, pasados tantos años no puedo exigirme imparcialidad en este tema. ¿Fue un sociodrama? Creo que si, pero con las reglas del caos. ¿Fue un Psicodrama? Ciertamente no, ya que lo imaginario no tenía lugar.
La acción dramática exige un grado mínimo de distanciamiento del hecho en sí. Un mínimo de yo-observador que registre los acontecimientos. Sin esto, la acción dramática se asemeja a un acting out. No había lugar para la Re-presentación. El Drama era de tal intensidad que no permitía el psico ni el socio drama, en su estructura tradicional.
En 1963 asistí a un curso dictado en Buenos Aires por el Medico Escocés Maxwell Jones. Me fue de gran utilidad. Sus conceptos sobre la Comunidad Terapéutica fueron reveladores. Abrimos una comunidad terapéutica en esos moldes en el hospital Melchor Romero. Ávido por aprender más sobre el método, me fui a hacer una pasantía en su Hospital en Colorado. Pude vivir in situ la fuerza de su propuesta. El psicodrama era totalmente compatible con su propuesta, tanto técnica como ideológicamente.
Al enfrentar la difícil tarea de trabajar con el grupo de padres, esta experiencia me condujo a la forma de evitar el caos. Jones proponía que en la primera parte de las reuniones se abordaran nuestros sentimientos relacionados con la tarea. Horizontalmente, sin distinción entre coordinadores y pacientes. Esto equivale a la propuesta de Moreno del compartir después de la dramatización, sin jerarquías. Solo variaba el momento. Jones comenzaba las reuniones desde este ángulo, Moreno lo propone al terminar la experiencia psico o sociodramática. El mero hecho de encontrar un ámbito de contención acrítico para los sentimientos, genera un clima de horizontalidad y receptividad. Así lo hicimos. No se busca la interpretación ni la crítica. Se abren las compuertas y se circula por las tensiones, miedos, y angustias contenidas. Al principio este momento era el más temido y terminó por ser el más esperado.
Compartidas y contenidas las tensiones, se pasa a la parte operativa. Noticias que necesitan circular, pedidos, necesidades. ¿Quién podía dar respuestas a algunos de los múltiples pedidos? Siempre había un socorrista o directamente o a través de un voluntario. El desamparo era respondido con acciones claras y específicas. ¿Un dentista? Había varios. ¿Un médico? Igual, ¿una atención psicoterapéutica o psiquiatrica individual? Igual. ¿Un abogado? …Y así el grupo funcionaba como proveedor que, más allá de la acción específica, permitía una salida a la creciente desolación y desamparo.
Las comisiones: la siguiente etapa permitía una organización para realizar las tareas necesarias. Como ya mencioné se crearon comisiones para tareas como las comunicaciones, programa de radio, contacto con los militares, mesa de correos etc. Esto permitía una organización que direccionaba los diferentes aspectos de un grupo numeroso. Pero también era laborterapia. No quedábamos pasivos frente al enemigo, que no eran solo los ingleses. Estábamos en lucha, no en guerra.
CONCLUSION
Fue la tarea más difícil de mi vida. También la que mas huellas y experiencia de vida me ha dejado. Asimismo aquella que puso en juego mi creatividad, exaltada por mis compañeros. Fueron tres meses de tal intensidad que aún hoy, 28 años después, resuenan en mí. Me enseñaron potencia y humildad. Me dieron un norte que siempre estuvo presente, pero que creció sin fronteras: mi lucha es y será por la no violencia, sea en la forma que sea y justificada por lo que sea. Y los latinoamericanos la hemos sufrido desde siempre. Hoy estoy escribiendo estas líneas y los ecos del terremoto ocurrido en Chile y Haití, nos llaman a estar presentes. El sociodrama es un instrumento que puede canalizar nuestra decisión de lucha. Darle voz al silenciado por la opresión, es un valioso objetivo de vida. También lo es el dar voz a una naturaleza que nos necesita activos y presentes. Los grupos como Greenpeace nos demuestran que las personas que no estamos atados a compromisos políticos, siempre subordinados a los intereses económicos, pueden modificar muchas cosas. Seria muy interesante que pudieran recurrir a trabajar con Sociodrama. Un entrenamiento en las técnicas puede habilitar a mucha gente para utilizar sus recursos.
El 12 de Octubre de 2002 se realizó el Primer Sociodrama Público y Simultáneo de América Latina (Publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México 2004. Compilado por Maria Carmen Bello). Fue un hecho formidable. Pero no tuvo continuidad. ¿Porque? Voy a aventurarme a decir que la propuesta era demasiado amplia. Faltaba un foco que dirigiera la atención hacia un tema determinado. Dar voz al silencioso, necesitaba un tema claro. De lo contrario en vez de un coro nos encontraríamos con un ensordecedor ruido. Ojala reflotemos la idea pero dirigido a temas específicos, con el fin de direccionar la atención del grupo.
Esto ocurrió en el grupo de padres. Una vez terminada la guerra, cuando los mas afortunados volvieron, el foco convocante desapareció. Y el grupo perdió su fuerza. Ciertamente en el grupo de padres no solucionamos los problemas de la delirante guerra, pero fue un espacio de salud frente al caos e insanía.